Escocia, primera división del turismo de golf

Si existe un destino de golf por excelencia en el mundo, ese es sin duda el pequeño municipio de St. Andrews en Escocia. En esa lista de deseos que casi todos los golfistas tenemos, el “bucket list” para los anglosajones, seguro que el Old Course de St. Andrews está entre el top cinco de la inmensa mayoría de jugadores de todo el mundo.

A pesar de una adversa climatología gran parte del año (los escoceses dicen que allí hay julio e invierno), cientos de miles de golfistas de todo el mundo quieren vivir, al menos una vez en su vida, la experiencia “links” escocesa y muchos, cruzar jugando ese mítico puente del hoyo 18 del Old Course de St. Andrews.

La demanda es tal, que las limitadas salidas a pie disponibles cada día, se asignan mediante un sorteo en el que, sólo uno de cada cinco del total de las 450 personas que de media participan, obtienen una de estas salidas al módico precio de 220€ en temporada alta. Eso supone unas 50.000 salidas cada año en esos pocos meses, no siendo el Old Course, el mejor campo de los de St. Andrews o Escocia. Tomemos como ejemplo Kingsbarns, campo íntegramente “Pay & Play” y otro de esos, top “bucket list”, que tendrá en verano de 2020 una tarifa de 312 libras, llegando a las 280 salidas, época que aquí siempre se exprime al máximo.

La flema británica y su pasión por conservar tradiciones les ha llevado a tener hoy un posicionamiento en el sector que les permite generar millones de libras cada año en torno al golf y una sólida industria turística a su alrededor.

Allí el golf se vive de otra manera. No eres etiquetado como en España, solo por el hecho de practicarlo y no supone necesariamente una declaración de estatus social. Allí Tom Morris, el precursor de casi todo el fenómeno en torno al golf en St. Andrews y en Escocia, es venerado como un héroe y cuenta con placas en cualquiera de los numerosos campos que diseñó o jugó a finales del siglo XIX y en general, en cada club se respira historia del golf; allí desde 1894 hay una ley de campos de golf y desde 1974 una entidad supramunicipal dependiente directamente del gobierno para gestionar el desarrollo y asegurar el acceso público a los siete campos municipales de St. Andrews; allí el golf se juega andando como en su origen, la oferta de buggies sigue siendo muy limitada incluso en los campos más caros.

De este esfuerzo por conservar y fomentar el golf en St. Andrews se beneficia toda la industria del golf escocesa, que, a su vez, tiene una clara conciencia empresarial de destino. Se ponen en valor otros campos más modestos pero que también cuentan con décadas o siglos de tradición. Se da flexibilidad al cliente para cambiar sus horas si finalmente accede a jugar el Old Course. Los nuevos proyectos (que siguen surgiendo), buscan extender ese espíritu de golf tradicional, de lucha contra el campo y excelencia en la experiencia por encima de todo.

Todo esto consigue que, con una oferta hotelera, cultural o gastronómica, desde luego no superior a la de otros destinos, incluido el nuestro, sean líderes junto a los irlandeses a pesar de una temporada de apenas cinco meses, frente a nuestros doce. Esto les permite unas tarifas medias de green fees por encima de los 100€ en campos poco conocidos o por encima de los 300 en más de una docena campos del país. Les permite vender gran parte de su inventario en los campos más famosos con más de un año de antelación, porque aquí disponer de las salidas es la clave para la venta de cualquier paquete turístico.

Es la primera división de los destinos de golf del mundo, el valor se pone en los campos, en la experiencia, en la calidad y tener de ocho a diez campos en el top de los deseados para los americanos y asiáticos que son hoy hasta el 85% de su mercado.

Es obvio que nuestra industria es más joven y sus valores han de ser otros, pero estaría bien aprender poniendo de relieve nuestras ventajas y recordar, que esos miles de jugadores que en verano van a Escocia o Irlanda, en invierno van a otros destinos. Tal vez para crecer debemos aprender a convencerles de que el nuestro es tan bueno o incluso mejor, centrándonos en la calidad y perdiendo un poco esa “moderna” obsesión con el “yield”, la venta directa o las ofertas de última hora. Tal vez necesitemos más campos en esos “bucket lists” y poner todavía más en valor la rentabilidad de las inversiones y esfuerzos de clubs como el Real Club Valderrama o Finca Cortesín en las últimas décadas o administraciones como la andaluza en el patrocinio de eventos internacionales. Con suerte y si acertamos en la promoción exterior, pueden suponer décadas de oportunidades para nuestro sector.

Jose Luis Moya

@jlmoyac es fundador y director de Golf in Spain®

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