Una de sinvergüenzas

Mi amigo Clive suele decirme que la Unión Europea es un error, y que su existencia es contraproducente para los ciudadanos, puesto que no cumple con una función de bien común; y el parlamento en Bruselas está compuesto por una pandilla de estómagos agradecidos cuyo único objetivo es vivir a cuerpo de rey a costa de los ciudadanos a los que supuestamente representan. Pero claro, mi amigo Clive es inglés, y uno no puede olvidar que, como buen británico que se precie, por sus venas corre un claro espíritu de euroescepticismo. Ese espíritu que escenificó allá por los 80 la recientemente desaparecida primer ministro Margaret Thatcher, al espetar un claro “No, no, no!!!” en el parlamento de las islas ante la posibilidad de ingreso en la UE.

Pero el paso de los años y, sobretodo, los acontecimientos que se vienen produciendo a raíz de la crisis económica, nos están abriendo los ojos ante lo que es una clara evidencia: La UE no está resolviendo los problemas de sus ciudadanos, y más allá de cualquier otra consideración, es hoy percibida por una gran mayoría de europeos como un lastre para nuestro porvenir. Es muy sencillo, cuando no aportas soluciones concretas eres parte del problema; y la UE es hoy por hoy un problema.

El desprestigio de la más alta institución europea lleva incluso a hacernos ver –y sin falta de razón-, que todo aquello que guarde relación con un ente supranacional de corte europeo -esté o no bajo la tutela directa de la UE- es sinónimo de ineptitud, irracionalidad, contradicción, ocultismo, despotismo, autoritarismo y corruptela. Tal es el caso, por ejemplo, de la UEFA, el organismo futbolístico que regula las competiciones internacionales de nuestro continente. Liderado ahora por el ínclito Michel Platini, no hay cristo que no asocie a este estamento deportivo y a su máximo dirigente con cualquiera de los adjetivos anteriormente citados. Platini es demostradamente incompetente y autoritario; y sus decisiones son tan absolutamente inexplicables (como lo de mantener al árbitro de área) que se podrían entender si vinieran de una persona sin ninguna vinculación profesional con este deporte; pero cuando se trata de un ex futbolista internacional, su actitud sólo puede ser consecuencia, bien de su cortedad de mente, o bien a su manifiesta mala leche; quizás esta última le venga de cuando un buen día se encontró a su querida retozando en los brazos de un amigo suyo; también futbolista, por cierto.

En cualquier caso, y sea como sea, este sinvergonzonerío al que estamos sometidos los ciudadanos europeos por parte de los dirigentes que gobiernan las instituciones, auténticos paladines de sus propios intereses, me obliga a darle la razón a mi amigo Clive, que como suele ocurrir en estos casos, ya se encarga de recordarme cada vez que se tercia eso de que “quien avisa no es traidor…”

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